En las semifinales de la Euro de 1968 tuvo lugar en Nápoles uno de los episodios más recordados de la historia del fútbol: Italia se clasificó para la gran final del torneo gracias al lanzamiento de una moneda que, tras el empate sin goles después de 120 minutos, eliminó a la Unión Soviética.
Todo influye para ganar los partidos, para pasar de ronda, para hacer historia. Que se lo digan a Italia, que en la pasada Eurocopa accedió a la final y luego la ganó gracias a dos tandas de penaltis, lo que en el fútbol es considerado, casi en su totalidad y salvando las evidentes estadísticas, que cada vez más confirman que el equipo primer lanzador tiene más opciones de ganar, una especie de lotería.
Que se lo digan, en concreto, a Giorgio Chiellini y Jordi Alba. Cómo el lanzamiento de una moneda, un proceso tan arbitrario y ordinario, puede convertirse en algo tan decisivo. Allí, en Wembley, todavía no se sabe muy bien lo que pasó, pero el italiano buscó la suerte y la encontró.
Puede ser que la fortuna vaya en el ADN italiano, porque ya en 1968 se valió de una moneda para alcanzar toda una final de Eurocopa.
Fue el 5 de junio de aquel año. Concretamente en Nápoles, la ciudad más supersticiosa de Italia en la que Diego Armando Maradona brillaría años después, colocando en la cima a un país que en ese instante acabaría disputando su primera final de Eurocopa y, por tanto, conquistando pocos días después su primer título, el 8 de junio, en el Estadio Olímpico de Roma ante Yugoslavia.
Pero para poder levantar el título tuvo que enfrentarse a la Unión Soviética, especialmente temida después de haber perdido en el Mundial de 1966. Fue un 0-0 de manual, de la Italia más táctica. Superados los 120 minutos, en el mítico estadio de San Paolo, el actualmente conocido como el Estadio Diego Armando Maradona, se hizo la pregunta: ‘¿Y ahora qué?’.
El reglamento no contemplaba los penaltis, por lo que la única solución fue el lanzamiento de una moneda. No se hizo en público, delante de todo el estadio y con todos los jugadores presentes.
El colegiado, Tschenscher, de Alemania Occidental, llamó a los capitanes al vestuario. Acudieron Giacinto Tacchetti y Albert Alekseyevich Shesternyov, acompañados de un oficial de la UEFA.
Se hizo el silencio total en San Paolo. Y a partir de aquí, en Italia y en todo el mundo, empezaron las teorías y las creencias. Las más extendidas en una ciudad como Nápoles fueron evidentes. La primera es que el sorteo fue favorable gracias a San Gennaro, el patrón de la ciudad. La segunda, menos espiritual, es que fue directamente la Camorra, la mafia napolitana, la que introdujo una moneda con dos caras.
Lo cierto es que, transcurridos varios minutos más de lo que debería durar el sorteo, Tacchetti saltó al campo eufórico y celebrando. Italia estaba en la final. Corre el rumor de que el primer lanzamiento se invalidó porque la moneda cayó en una especie de hueco entre baldosas y no se decidió por ningún lado, lo que explicaría la tardanza. Sea como fuere, con uno o dos lanzamientos, Italia logró el pase a la final gracias a una moneda.
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