Nikita Tszyu superó a Koen Mazoudier en una dura batalla en el ICC Sydney Theatre, y llegó a 10-0 después de detener a Mazoudier con una andanada de golpes en el noveno asalto. La pelea fue una montaña rusa, comenzando competitiva con ambos peleadores intercambiando impulso, pero el poder implacable de Tszyu y una izquierda decisiva en el noveno sellaron el trato. A pesar de los intercambios brutales y un casi derribo, Tszyu se mantuvo firme, negándose a rendirse incluso cuando fue llevado al límite, y finalmente mostró su dureza y determinación en una victoria dramática.
Después de un aburrido primer round, la pelea comenzó en el segundo round con Tszyu conectando un zurdazo que casi manda a Mazoudier a la calle al principio. Pero no, Mazoudier aguantó, recibiendo golpes y contraatacando como en el final de una película de Rocky.
En el cuarto round, ambos se encontraban de pie en medio del ring, intercambiando golpes como un par de peleadores callejeros, y Tszyu parecía estar ganando. Sin embargo, en el sexto round, Tszyu parecía estar sin fuerzas, pero Mazoudier no pudo aprovecharlo, a pesar de algunos golpes sólidos.
¿El séptimo round? Puro drama. Mazoudier conectó lo suficiente para hacer tambalear a Tszyu, pero “El Carnicero” no estaba dispuesto a dejarse cortar y respondió con todo lo que tenía. En el octavo round, Mazoudier presionó la acción, pero se encontró con una andanada de golpes de Tszyu, que aparentemente encontró una reserva de energía oculta.
Y ese legendario noveno round, Tszyu se esfuerza al máximo, conecta un zurdazo monstruoso y sigue con una volea hasta que interviene el árbitro. Drama, agotamiento, victoria. Tszyu lo resumió con una cruda reflexión sobre su discurso de ánimo interno: “No dejaba de decirme: ‘No seas una perra, no te pongas maldita, sigue luchando’”.
Mientras tanto, la cartelera preliminar se convirtió en un espectáculo secundario. La pelea de Michael Zerafa con Tommy Browne terminó en una farsa cuando Browne no pudo continuar debido a una lesión en el bíceps. Lo que siguió fue un circo: el hermano de Zerafa canalizó su Rocky interior y asestó un golpe de nocaut, no a un boxeador, sino al hombre de la esquina de Browne. Hablemos de lealtad familiar.