Por fin se había librado del tormento. Se había librado de la piedra de molino que colgaba de su cuello. El domingo 6 de agosto de 2006, Jenson Button había conseguido por fin lo que temía que no estaría destinado a hacer, a pesar de todo lo prometedor que había demostrado: había ganado un Gran Premio. En su 113.º intento.
En Hungaroring, donde su compatriota Damon Hill había ganado su primer Gran Premio en 1993, respondió a sus críticos con estilo y puso fin a la sequía más larga que jamás había existido entre victorias británicas, con 65 carreras disputadas desde que David Coulthard ganó el Gran Premio de Australia en Melbourne en 2003.